El decálogo de Julio Cesar Londoño sobre cuento?

Entrevista de Betuel Bonilla: para grandes cuentistas

Como a todo escritor que llegado cierto punto le da por escribir su decálogo sobre la escritura de cuentos, Julio Cesar Londoño (quien  escribe un blog en El País), acaba de plantear de manera tangencial el suyo a través de una entrevista en su blog, hecha por el crítico literario Betuel Bonilla y que me pareció de lo más graciosa.

Las respuestas son inteligentes y propias de alguien que conoce el género, y que por sus inclusiones (y exclusiones) nos recuerdan el de Bolaño y el famoso de Quiroga:“La única explicación que se me ocurre para explicar estos momentos [de alta producción] se llama ‘inspiración’. Dejarle este mérito a las musas es cursi”.

humor ácido como suele esperarse de nuestro infaltable premio Rulfo. Se atreve a dar —su— definición de cuento (palabras mayores) que creo, es de las mejorcitas que he escuchado:  “Sin tensión, el “cuento” es un bodegón, una postal, un fragmento de novela, un merengón literario”.

Nos da un recetario de cuentos  imprescindibles, entre los que incluye autores a los que agradezco que les haga justicia, como Carrasquilla y su «A la diestra», otros cuentos muy contemporáneos como «Al final del coche cama» de Óscar Collazos, pero que me parece igualmente magistral, sobretodo por su ambiente.

Claro está, decálogo que no soslaya a su amigo José Zuleta con «La última carta» que aunque es un cuento exquisito, creo que es exagerado ponerlo aquí. y al final, unas ideas para jóvenes escritores que me parecen traídas de los cabellos, y que quizá, porque él no se ha atrevido a escribirlas, nos las regala. Interesante y sin desperdicio…

«Nadie niega que el trabajo, ese “noventa por ciento de transpiración”, es el elemento clave en el proceso de la creación. Pero también es cierto que hay días más fecundos que otros y que a veces un autor escribe cosas extraordinarias que no corresponden a su manera de escribir y de pensar. La única explicación que se me ocurre para explicar estos momentos se llama inspiración. Dejarle este mérito a las musas es cursi, amén de injusto, lo acepto. Pero negar ese misterio o reducirlo todo a cuestión de sinapsis y axones me parece simplista, amén de antirromántico.